¿Actuamos movidos por la razón o por el corazón? ¿somos máquinas o somos personas?; éstas y otras preguntas tienen hoy poco sentido: somos ambas cosas. Nadie se plantea, en un mundo de relaciones, obviar la emoción. El quid de la cuestión es cómo manejarse en esta nueva realidad en el que la razón y la emoción se funden inseparablemente. Cuáles son las claves, los códigos, que nos permitirán relacionarnos con nosotros mismos y con los demás de forma plena y satisfactoria de manera que nos permita conseguir nuestros objetivos en complicidad con los demás.
Sobre el Autor
En unas vacaciones de Semana Santa, tenía entonces 13 años, mi padre me llevó a una de sus obras para que fuera tomando contacto con el mundo de la empresa y de la construcción. Nací, por tanto, en una familia donde mi padre era empresario de la construcción. A partir de aquel momento, fui ayudando a la familia durante mis vacaciones escolares y de instituto. Como no quería estudiar ninguna carrera universitaria, comencé mis estudios de delineación. Se trataba de entender bien los entresijos de la construcción.Cuando los acabé, me dediqué plenamente a nuestra empresa. Si bien, enseguida vi que los grandes problemas no eran sobre cómo construir edificios o calles, sino las relaciones entre las personas que allí nos desarrollábamos profesionalmente. Además de esta problemática, mi padre carecía de habilidades directivas, comunicativas y de gestión. Era muy buen profesional gestionando y dirigiendo los procesos constructivos, pero no haciendo lo propio con sus equipos de trabajo. Lo cual desvió mi interés hacia la comprensión de las personas.Fui leyendo cosas hasta que un buen día decidí estudiar filosofía en mi tiempo libre, porque vi que era la disciplina que mejor podía ayudarme a comprender a las personas y así poder influir en sus vidas para que estas fueran de más calidad.Acabados mis estudios universitarios, amplié mis conocimientos al respecto a través de varios masters de coaching, de recursos humanos y de asesoría filosófica.Sería a partir del 2009 cuando realmente comencé a dedicarme profesionalmente a mi labor con las personas. Hasta entonces, mi vida profesional giró en torno a la construcción, a la arquitectura y a la ingeniería, pero siempre aparecían los mismos problemas: la poca efectividad de las relaciones interpersonales, la baja calidad de la comunicación, la falta de liderazgo humano y la ausencia de inteligencia emocional.Actualmente, he encontrado en GAM a la empresa que piensa como yo y que uniendo nuestras fuerzas hemos conseguido desarrollar Metamorphosis para conseguir nuestro propósito de facilitar la vida personal y profesional de las personas y empresas que solicitan nuestros servicios para que, en última instancia, sean más efectivas, más eficientes y más felices.