Cuando recibimos elogios o halagos o lo que conocemos por “comerte la oreja” por lo bien que haces las cosas, al final estamos moviéndonos por juicios e interpretaciones del otro.
Esto nos hace tocar un poco el caramelo, pero no lo saboreamos. No se degusta tanto como cuando transmitimos a la persona que eso que ha hecho, algo concreto, específico me ha servido para bien. Y se lo señalamos a través de cómo nos hemos sentido y qué necesidad mía se ha visto atendida, cuidada, satisfecha. Sería decirle algo así, “esto que tú has hecho ha enriquecido mi vida”. Te doy más detalles, dale play.