La luz representa el amor y la oscuridad, la sabiduría. El amor alienta, apoya y facilita, sin imponer ni condicionar al otro. La oscuridad establece un orden mediante límites. El amor sin sabiduría se debilita y crea el caos. La sabiduría sin amor se endurece y engendra la tiranía. Entre ambos debe haber un equilibrio y para ello, nada mejor que aprender a gestionar las energías masculina y femenina.